sábado, 21 de junio de 2008

DE LA CRONICA DE PAULA

Comenzamos escondiéndonos, de que?
De nada en particular, sólo teníamos que escondernos.
Para que?
Para protegernos, para no exponernos, para no mostrar todo. Por miedo, vergüenza?
Todos nos cubríamos, y yo hecha un ovillo, me tapaba con un almohadón que dejaba ver todo, y cerraba los ojos como esos niños que en el juego, al taparse los ojos creen que desaparecieron.
Luego la escena, Juan dice mi nombre y mi corazón empezó a latir muy fuerte.
Me iba a encontrar con mi compañera de facultad, pero que detrás de ella eran muchas personas más.
Silvana, con la que compartí tantas horas de estudio y con la que me proyectaba en el tiempo tantas veces convirtiéndonos en grandes psicoanalistas.
Y caminando en esa calle imaginaria, casi como en un sueño, me encuentro con ella, y con ella todos los recuerdos afloran, haciéndome sentir una gran alegría. Los recuerdos me llevan a ver lo que logre y no de aquellos sueños compartidos.
Y hablando frente a frente, veo como en un juego siniestro se desvanece ante mis ojos, emergiendo una profunda angustia. Se iba, se iba otra vez!
Y aparece en su lugar, Mariana. Ella no me conoce, y yo a ella tampoco.
Volvé, donde estás?
Y sola nuevamente recorro mi calle, y otra vez creo verte, como tantas otras veces me paso y no eras. Pero ya no importa, no te alejes. Soy yo, una nueva persona distinta a la que conociste.
Tu mirada me sostiene, entonces, desde ahí, si puedo decirte adiós, despedirte.
Veo como te vas, ya no me siento sola, ni triste.
Voy a volver a verte…voy a volver a verte?



“…¿En que hondonada esconderé mi alma
Para que no vea tu ausencia
Que como un sol, terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
Como la cuerda a la garganta,
El mar al que se hunde.”

Jorge L. Borges

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