sábado, 17 de mayo de 2008

DE LA CRONICA DE VALERIA

Una vez mas retorno al camino del autoconocimiento. En esta ocasión la herramienta será el psicodrama; y con ello el desafío de arribar mi temor a la escena, a la exposición frente a la mirada de los otros.
Sin embargo me pregunto ¿qué miran los otros cuando me miran?, ¿acaso no debería librarme del temor cuando comprendo que con cada escena cada uno se remite a sus propios escenarios, a sus propias historias?, ¿no debería ser eso un motivo de alegria o un motivo para aumentar mi confianza? Ya que en este espacio el compartir es lo que enlaza, y a la hora de escenificar todos somos un instrumento que moviliza la historia propia y la de los otros.
En ese sentido, que bueno es contar con un espacio en el que uno explora con la certeza de que cualquiera sea la forma, será guiado y contenido.
También fue motivo de temor ingresar en un grupo que ya inicio un recorrido y que cuenta con una historia construida, con un discurso propio. ¿qué lugar vendré a ocupar aquí? ¿Cuál será el argumento que me validará en esta experiencia? Es casi como nacer en el seno de una familia nueva. La diferencia en tal caso podría hallarse en que aquí el discurso busca salir de la latencia y abre la puerta a nuevos discursos. Como una forma de abrir puertas y llevar luz a todo lo vedado. Alguien dijo que “más importante que la luz, es habitar la oscuridad” e inevitablemente esta frase me recuerda la clase anterior en que a la luz de las velas y con los rostros transformados por la penumbra nos zambullimos en los personajes y en los fantasmas que nos habitan.
Mi personaje decía “me gustaría aprender…” y en este “rescatar una frase”, rescaté una parte importante de mi deseo, la parte vacía e inconclusa de mi deseo. Un infinitivo que me cuestionó de allí en adelante, obligándome a responder qué quiero aprender, para qué, y cual seria el limite de dicho propósito.
Como siempre un sin fin de preguntas para cada crónica. Que más allá de ubicarme en el lugar de las respuestas y las afirmaciones me sume en un mar de inquietudes sobre mi persona, y sobre los otros, sobre el sentido de mi vida y sobre el deseo de transformar ese tiempo infinitivo, indeterminado, en un “de ahora en mas y en adelante”, o simplemente en un aquí y ahora mas pleno y saludable.

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